Desde muy chica sentí una profunda sensibilidad hacia el mundo emocional. Podía percibir lo que otros callaban, aunque durante años esa sensibilidad quedó escondida detrás de placeres inmediatos, distracciones y el intento de encajar.

Aun así, en mi interior había algo que no se apagaba: una curiosidad constante por entender la vida y a las personas.
Esa búsqueda me fue cruzando con maestros, experiencias y caminos espirituales que me ayudaron a recordar quién era realmente.

Transité terapias holísticas, chamánicas y budistas, exploré la meditación, la alimentación consciente y el yoga como estilo de vida. Hasta que un día entendí algo esencial: no estaba rota, solo desconectada de mi observadora más sabia.

Ahí apareció el coaching ontológico, no como una técnica, sino como un espejo.
Me mostró que mi propósito siempre había estado ahí: escuchar, acompañar y guiar procesos de transformación desde la honestidad y la compasión.

Cada experiencia fue una pieza del rompecabezas que me devolvió a mi esencia.
Y aunque atravesé sombras, miedos y silencios incómodos, comprendí que solo al mirarlos de frente podía encontrar mi luz.

Hoy me declaro una aprendiz eterna, una mujer que no enseña teorías sino caminos reales, que cree que la transformación no sucede cuando cambiamos al mundo, sino cuando cambiamos la forma en que lo observamos.

Por eso, acompaño a quienes están listos para verse con nuevos ojos, para pasar del juicio a la comprensión, de la reacción a la presencia, del ruido a la calma.

No camino delante tuyo ni detrás.
🌾 Camino a tu lado, mientras te descubrís.